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El recuerdo de Juanita en la Cocina de Petrona – A 24 años de su muerte.

El ruido de las ollas y de los batidores, el chasquido de los huevos, todo aquello que conformaba el lugar de la cocina hogareña tenía lugar en la mesada desde la que atentamente Petrona instruía a su audiencia. Con esa voz un poco ronca, el sonido de raíz provinciana y sus expresiones naturales y empáticas, generaba en su público una atención extra respecto de las otras intervenciones. Era la reina de la tarde de los viernes, en el programa más importante destinado a las amas de casa. Sin dudas, sus intervenciones potenciaron la venta de su libro, que continuó siendo la base de su imperio de delicias. La gran diferencia que introdujo Petrona en la televisión es que hizo visible a Juanita, quien ya la había acompañado en la radio. La otra cuestión importante es que nuestra protagonista hablaba directamente a la cámara, recreando la relación con las alumnas del viejo auditorio de la revista El Hogar.

En la televisión, Juana Bordoy se hace visible, pero ¿quién fue esta mujer que parecía imprescindible compañera del arte de cocinar en la pantalla chica? Como parte del núcleo de la vida de Petrona, ella también fue una inmigrante interna que llegó a Buenos Aires en los años en los que el Peronismo comenzaría a emerger.

Juana Bordoy había nacido en Pellegrini, un pueblo cercano a Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa. Hasta sus 27 años vivió en Bocayuva, un pueblito de 150 personas. Su prima, Guillermina Palacios, rememoraba que “llegó a Buenos Aires en 1943” y conoció a Petrona en la casa de unos amigos, quien la tomó a su cargo como asistente de confianza. Juanita representó la clásica imagen de la ayudante, más que de la empleada doméstica, ya que no se dedicaba a otros quehaceres más que asistir en la cocina.

En los años ochenta, e incluso antes, Petrona fue criticada por Elsu forma de tratar a Juanita; en verdad, la ecónoma se ciñe efectivamente a prácticas de su época. Es firme pero respetuosa, organizada, perentoria y ordenada. Si algún atributo sobresale de la ecónoma en el modo de dirigirse a Juanita es la claridad: “Me entibia esta leche, Juanita”; “Coloca la sal, Juanita”; “Termina de batir, Juanita”. No hay malos tratos ni destratos en la manera en que Petrona se dirige a su asistente. La cocina no es una democracia: sencillamente, ella era quien representaba al “ama” (jefa) del hogar, era quien mandaba en las tareas y su relación con el servicio no era ni familiar ni de amistad, era la lógica económica la que imperaba en el vínculo y lo hacía diferente a cualquier parentesco. En tal sentido, Petrona actuaba frente a las cámaras en un rol que daba como consecuencia una relación asimétrica entre quien tomaba las decisiones y quien las obedecía. En verdad, al televidente no le importaba demasiado si Juanita hablaba, su presencia importaba en tanto agente facilitador; a los fines organizativos del programa, lo importante de la actuación de Juanita era que hiciera las tareas en un orden oficioso, como para que Petrona pudiera lucirse. En todo caso, Juana Bordoy no estaba allí para rebelarse, aun cuando en aquellas épocas muchas jóvenes (quienes seguramente no eran asiduas televidentes del programa) creían que la rebelión era el camino de la liberación femenina.

En términos televisivos, Juanita tenía un rol central y por momentos la cámara reparaba en su figura: era quien mezclaba, hacía ruido, juntaba los materiales, agregaba, llevaba adelante la faena más compleja mientras la “maestra” —como señora de clase media— retomaba parte del trabajo ya organizado por la asistente.

A pesar de esta relación asimétrica de complementación, Petrona no tenía miedo a ensuciarse las manos, como lo muestra, por ejemplo, el episodio en el que hace la masa de las facturas y pone la levadura en la leche tibia, mezclándola con la mano mientras esta reposa en el fuego. Mientras mezclaba suavemente la levadura y la harina, señalaba “van a ver que salen un montón de masitas y con poco costo”; continuaba amasando y le decía: “Cuídeme lo que está en el horno, Juanita, por favor”. Para aquellos que decían “pobre Juanita”, la forma de dirigirse a ella estaba muy lejos de ser irrespetuosa o autoritaria, e incluso no hay elementos que evidencien que la fuerte personalidad de Petrona “domestica” a Juanita, en todo caso los testimonios posteriores de esta relación tienden a proyectar idealizaciones muy lejanas a los mundos particulares que ellas mismas habitaban158. El programa recreaba la relación entre una jefa de la casa y su asistente: a distancia, cordial y en términos de discurso imperativo, no necesaria- mente autoritario. La ecónoma mantenía la distancia social en la pantalla tratándola de usted —todo un signo de respeto y de pertenencia a una generación—, le decía por favor y gracias; todos elementos indispensables del buen trato entre patrona y asistente. Es posible que a algunas feministas de los años setenta la propia existencia de esta relación les resultara anacrónica, pero era el elemento común de una generación y de una época159. En términos contemporáneos al programa, no encontramos ninguna nota periodística que critique esta relación, los recuerdos de una posible “crueldad” o falta de res- peto hacia su asistente por parte de Petrona solo hacen referencia a la brecha cultural existente entre las mujeres de hoy y las de aquella época.